lunes, 26 de mayo de 2014

INSOMNIO


Me estremezco por las noches, ahora que soy feliz. Ahora es cuando no duermo y no, entonces. Hay veces en que siendo el mundo un lugar desierto y hostil puedo sentirme afortunada tan solo por un latido: el tuyo.

Hasta ayer, creía estar aquí siendo tan solo un testigo de mí misma, como si estuviera viendo una película sobre alguien que me importara muy poco. Tratando de recordar aquello que había vivido para relatar una parábola de lo que fui, de lo que iba siendo. Quizá con el propósito de ocultar a base de sucesos el vacío de no haberte conocido.

Y cuando vino la tristeza, la de verdad, la pena negra, el pozo oscuro y salvaje que hemos de vivir y sobrevivir y soportar, todos los secretos que articulaban esa pena me estallaron en la cara. ¿De qué sirve lo vivido cuando no eres? . Y ahora siento que eres el único secreto que merezca la pena. Una forma de última frontera.

Cierro los ojos y no dejo de oír en mi cabeza la canción de Jessica, ese compás distorsionado donde apareces con nitidez en medio de la perplejidad. Ahora existo en tu cuerpo, y te has incrustado bajo mi piel como algún tipo de hematófago para succionarme, no sé, algo que tengo y que de algún modo, no es del todo mío y que puede que vaya transformándose en nosotros. Quizá le supongo demasiado al amor, ¿pero sobre qué otra cosa podría tener esperanza?

Los días transcurren como algo virtual y apenas puedo sentirlos, cada momento es esperar el instante de volver a verte, de hablar contigo, de penetrar en ese pensamiento tuyo, tan genuino, tan auténtico, cada segundo es otro para volver a sentirte, de rozar tu piel aunque sea levemente, de aspirar tu olor, de verte gozar y sentir, de besarte o de lamerte o morderte, o de que me devores o hagas conmigo lo que te parezca, porque hay algo de mí que se ha muerto al llegar tú, algo inmundo, oscuro, pegajoso y tremendamente destructivo, así que ya no puedo temer nada de lo que tú puedas hacerme más de lo que puedo temerme a mí misma. Aún no te conozco y, en cambio, no deseo otra cosa que poder ponerte bajo mi lupa y verte. Ver lo que, en realidad, eres. Sopesarlo, medirlo, experimentarlo, vivirlo. Vivirlo.

Te deseo en un nimbo de temblores donde se mezcla la lujuria, el amor, la curiosidad, la complicidad, lo brutal, ese abismo oscuro e infinito que somos cada uno y que no mostramos jamás a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, todo eso que enterramos en nuestra narcótica esencia porque creemos que nos mataría. Te miro y te veo con claridad y cerrazón al mismo tiempo. Sé que te miro bajo el prisma de aquello que deseo, pero al mismo tiempo te deseo por cuanto veo de ti.

En mis sueños me haces el amor dulcemente, como aquella primera vez donde quizá, sin querer, nos encontramos. Y tu dulzura evoca lo feroz porque solo se puede abrir la caja de Pandora desde la inocencia, y la curiosidad es cándida e imprudente como un niño pero también aterradora y atroz.

Te sueño en mi insomnio cada noche y cada sueño es la trayectoria de una honda lanzada desde lejos. Se precipita sobre mí sin que pueda hacer nada para evitarlo. A veces eres dulce y suave como tu piel, me acaricias la espalda y rozas mis labios con cuidado, parece que temieras que me deshiciera como un castillo de arena, otras tus besos se enturbian y se dejan llevar por lo que también eres, una bestia, un instinto, un hombre. Entonces me besas con violencia y me arrancas los besos y la ropa.

Te percibo en mis delirios con claridad. Cerca. Y deseo ser tuya como no he sido jamás de nadie. Deseo que me beses o acaricies, que me aprietes, que me azotes, que llegues a mí en tu incandescencia, en tu modo de sentirlo todo, de caer en todo cuanto amas, porque estando contigo puedo sentir esa luz tuya de ser con el mundo, y adoro todo cuanto me hace sentir esa luminaria.


Te descargas en mi vigilia como un rayo y te siento a fogonazos de luz, trueno y temblor. Me miras desde dentro de mí, como una rendija hacia ese universo que soy, que puedo ser. Y aquí, dentro, pasa todo.


En estos flashes de realidad te evoco o te deseo. Tus dedos acarician mi rostro mientras tus besos se desbordan sobre mi piel. Me muerdes la boca, lames mi lengua, buscas mi esencia en una extraña pirueta de lengua, saliva y ansia. Mi espalda se arquea y tus caderas se adelantan hacia mí. Me siento distinta, plena, como si volviera a descubrir el sexo. Esas ganas inmensas de follar y hacer el amor, y de hacer el amor y follar en un bucle sinérgico cuya consecuencia es mi delirio. En esos destellos de ti, te abrazo, siento tu cuerpo (y tu mente) como un ente creado para mi gozo. Te como la polla despacito, dándome tiempo para deleitarme en la forma que tienes de mirarme, para detener el tiempo en esos gemidos profundos y cortos que haces como para recrearte en lo que sientes, tu rabo crece en mi boca y en mis sentidos, me impaciento de ti y de tu placer, casi puedo sentirte como si fueras tú, casi puedo sentir el placer que te producen los movimientos de mi lengua en la piel de tu prepucio, el escalofrío que te recorre, el deseo de correrte, de follarme la boca, de follarme viva, la necesidad de descargar tu leche en mí cara, en mi lengua, las prisas por hacerme tuya. Puedo sentir tu cariño y la necesidad de quererme, y puedo sentir mi pasión en la boca y entre las piernas, hasta agotar todas las formas que conozco de comerte la polla.


En esas flechas de energía te encuentro follándome como un poseso, con la cara desencajada por tu lujuria y los ojos mirándome dulce y entregado. No puedes imaginar como me conmueve tu ternura, esa dulzura que temes y que escondes pero que me muestras furtiva pero constantemente. Te reclinas sobre mí , abro las piernas, o se abren solas porque saben que vienes, metes tu polla en mí, dentro, dentro. Me llenas, me abres, me retuerces. Mi coño se estruja contra ti, te ama, te necesita. Me follas como un animal , subes mis piernas, las enredo en torno a ti, me doblo, te sufro, me derrito. Algo por dentro retiembla, debajo de mi ombligo, me arden los riñones y siento un frío inmenso en la nuca, tus caderas continúan abrasándome el coño, el placer crece y crece, te miro, me pellizcas los pezones, metes un dedo en mi boca, lo lamo, me corro como si mi éxtasis hirviera en un caldo infernal haciendo burbujas. Me quema tu placer y gimo como si estuviera muriéndome de ti.

Mientras no duermo, te pienso de mil maneras. A veces usándome, a veces usado.
Te pienso sexual y te sueño amoroso, te deseo animal y te amo tierno. Y en la mezcla de ambos te voy encontrando y conociendo. Algunas veces me atas, o dejas abiertas mis piernas, me dejas expuesta y vulnerable, extiendes el tiempo como si fuera un jodido tirachinas y cuando menos lo espero, zas, disparas. Creo que vas a azotarme, y sí, alguna vez me azotas pero otras me das placer, y en esa confusión enloquezco de cerdez. Acaricias mi piel y luego la azotas, me follas duro o suave, me follas la boca o el coño o el culo, a tu antojo, y me siento tan tuya que tengo ganas de gritar para que todo el mundo lo sepa. Soy tuya. Tuya, tu perra, tu juguete, tu bicho, tu experimento, tu amante...
Te sueño como algo mío, como ese insecto al que puedo arrancarle las patas y ver como se retuerce mientras lo hago. A veces experimento con tu dolor, otras con tu placer. Te doy o te quito a mi antojo y me voy volviendo una puta zorra ansiosa de ti, de todo cuanto puedas sentir bajo mi pie, y adoro sentirte entregado, sometido, mío.


Te imagino atusándome los rizos, haciéndome mimos y caricias, apretándome contra tu pecho, musitando cosas sobre ti, o sobre mí. Y me hundo, definitivamente, en tus cariños, en tu voz, en los latidos de tu corazón, en el aire que vas respirando conmigo...


Pero no te detienes, sigues besándome, acariciándome, follándome, pellizcándome, amándome. Me doblas, me colocas a cuatro patas, vuelves a follarme, me buscas de lado, de pie, buscamos posturas imposibles conducidos por la concupiscencia, y me corro en cada una de ellas y en cada una de ellas te amo y me amas. Y sentir tu amor es todo cuanto necesito para saber que no es un sueño, que no voy a despertarme, que jamás he estado más despierta.


1 comentario:

  1. Es el retrato de una mujer madura, por lo menos de pensamiento... parece autobiográfico en la manera en qie lo cuentas, en como lo sazonas... no sé...

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